Nada sabe mejor que vos - Daniel Falón
Ni el mate de cedrón, ni el chocolate,
ni mi fruta preferida, ni una tarde de sol,
ni el vino, ni la lluvia que te nombra,
ni aquel poema de Sabines que leímos los dos
Hoy nada sabe mejor que vos,
te juro que nada debajo del sol
puede lograr que yo vuele tan alto,
¿sabes? te quiero tanto
que no me alcanza la voz,
para poder hablarte de amor
si estás conmigo a cada paso que doy,
basta decir que cuando estás a mi lado,
yo puedo ser mejor.
Ni el jugo de durazno que tomamos,
ni la torta de manzana que tu madre preparó,
ni el juego de ajedrez que comenzamos,
ni crucigramas inconclusos que guardé para dos.
Hoy nada sabe mejor que vos,
te juro que nada debajo del sol
puede lograr que yo vuele tan alto,
¿sabes? te quiero tanto
que no me alcanza la voz,
para poder hablarte de amor
si estás conmigo a cada paso que doy,
basta decir que cuando estás a mi lado,
yo puedo ser mejor.
Te quiero a las diez de la mañana, y a las once, y a las doce del día. Te quiero con toda mi alma y con todo mi cuerpo, a veces, en las tardes de lluvia. Pero a las dos de la tarde, o a las tres, cuando me pongo a pensar en nosotros dos, y tú piensas en la comida o en el trabajo diario, o en las diversiones que no tienes, me pongo a odiarte sordamente, con la mitad del odio que guardo para mí.
Luego vuelvo a quererte, cuando nos acostamos y siento que estás hecha para mí, que de algún modo me lo dicen tu rodilla y tu vientre, que mis manos me convencen de ello, y que no hay otro lugar en donde yo me venga, a donde yo vaya, mejor que tu cuerpo. Tú vienes toda entera a mi encuentro, y los dos desaparecemos un instante, nos metemos en la boca de Dios, hasta que yo te digo que tengo hambre o sueño.
Todos los días te quiero y te odio irremediablemente. Y hay días también, hay horas, en que no te conozco, en que me eres ajena como la mujer de otro. Me preocupan los hombres, me preocupo yo, me distraen mis penas. Es probable que no piense en ti durante mucho tiempo. Ya ves. ¿Quién podría quererte menos que yo, amor mío?
ni mi fruta preferida, ni una tarde de sol,
ni el vino, ni la lluvia que te nombra,
ni aquel poema de Sabines que leímos los dos
Hoy nada sabe mejor que vos,
te juro que nada debajo del sol
puede lograr que yo vuele tan alto,
¿sabes? te quiero tanto
que no me alcanza la voz,
para poder hablarte de amor
si estás conmigo a cada paso que doy,
basta decir que cuando estás a mi lado,
yo puedo ser mejor.
Ni el jugo de durazno que tomamos,
ni la torta de manzana que tu madre preparó,
ni el juego de ajedrez que comenzamos,
ni crucigramas inconclusos que guardé para dos.
Hoy nada sabe mejor que vos,
te juro que nada debajo del sol
puede lograr que yo vuele tan alto,
¿sabes? te quiero tanto
que no me alcanza la voz,
para poder hablarte de amor
si estás conmigo a cada paso que doy,
basta decir que cuando estás a mi lado,
yo puedo ser mejor.
Daniel Falón
Te quiero a las diez de la mañana, y a las once, y a las doce del día. Te quiero con toda mi alma y con todo mi cuerpo, a veces, en las tardes de lluvia. Pero a las dos de la tarde, o a las tres, cuando me pongo a pensar en nosotros dos, y tú piensas en la comida o en el trabajo diario, o en las diversiones que no tienes, me pongo a odiarte sordamente, con la mitad del odio que guardo para mí.
Luego vuelvo a quererte, cuando nos acostamos y siento que estás hecha para mí, que de algún modo me lo dicen tu rodilla y tu vientre, que mis manos me convencen de ello, y que no hay otro lugar en donde yo me venga, a donde yo vaya, mejor que tu cuerpo. Tú vienes toda entera a mi encuentro, y los dos desaparecemos un instante, nos metemos en la boca de Dios, hasta que yo te digo que tengo hambre o sueño.
Todos los días te quiero y te odio irremediablemente. Y hay días también, hay horas, en que no te conozco, en que me eres ajena como la mujer de otro. Me preocupan los hombres, me preocupo yo, me distraen mis penas. Es probable que no piense en ti durante mucho tiempo. Ya ves. ¿Quién podría quererte menos que yo, amor mío?
Jaime Sabines
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