Con todo y a pesar de todo, Aprendiendo resiliencia.
Hay quien se derrumba ante la menor ventisca, y quien soporta tempestades sin flaquear. Los psicólogos llaman a esta última cualidad “resiliencia” ydicen que es un talento que a todos conviene desarrollar. La psicóloga y profesora de Filosofía Juana Vinokur cuenta por qué.
¿Se nace resiliente o se trata de una virtud que se aprende?
La resiliencia es la capacidad de las personas de atravesar situaciones adversas, superarlas y desarrollarse positivamente, incluso saliendo fortalecidas por la experiencia. Las crisis, los duelos, las amenazas, los peligros extremos que a uno le haya tocado vivir pueden encerrar, paradójicamente, un potencial de vida, de promover las fortalezas propias. En realidad la resiliencia es un proceso: están por un lado las fuerzas biológicas, pero también pesan mucho las interacciones, los vínculos precoces, los primeros afectos y cuidados, el sostén que reciba el bebé, la figura de apego que le facilite el lenguaje, serán un aporte fundamental para su buen desarrollo. De ahí la importancia de la familia y el contexto, de lo afectivo y lo social.
Todos tenemos que tejer nuestras personalidades sorteando las circunstancias más o menos felices que nos hayan tocado, y mucho dependerá de los apoyos con que contemos. Como dice el neuropsiquiatra Boris Cyrulnik: “No hay herida que no sea recuperable". El ser humano es capaz de construir su resiliencia desde los primeros días de vida, y salir a flote, a pesar de las más difíciles situaciones.
¿Qué factores son importantes para que una persona desarrolle resiliencia?
Es importante que exista un "tutor de resiliencia", que es un "otro" u "otros significativos". Pueden ser los padres, o uno de ellos, otro miembro de la familia, de la vecindad, o un docente. La clave es que ofrezcan: presencia, acompañamiento en las buenas y en las malas; amor Incondicional, aceptación de la conducta del otro, sin juzgar, aunque incluya los límites necesarios, sin coerción; que promueva y reconozca los logros, estimule su creatividad, su humor, su curiosidad y su deseo de aprender.
¿Cómo se reconoce a una persona resiliente?
Hay ciertas características que suelen ir asociadas. El psiquiatra Elbio Néstor Suárez Ojeda las llamó “los pilares de la resiliencia”. Las enumero:
- Autoestima consistente: es la base de las demás cualidades. Surge del cuidado afectivo y del apoyo incondicional de una o más personas significativas.
- Capacidad de introspección: poder observarse a sí mismo y darse una respuesta honesta.
- Independencia: diferenciarse del medio con problemas, con la posibilidad de mantener una distancia óptima, emocional y física.
- Capacidad de relacionarse: habilidad de hacer nuevos vínculos con otras personas, con intercambios que puedan incluir amistad y afecto.
- Iniciativa: interés de asumir nuevas tareas, cada vez más complejas.
- Sentido del humor: encontrar lo cómico en la propia tragedia.
- Creatividad: posibilidad de transformar y embellecer espacios, objetos y situaciones.
- Moralidad: capacidad de comprometerse con valores propios y respetar las ideas y conductas ajenas.
¿Es posible medir la resiliencia en una persona?
La resiliencia es un conjunto de procesos sociales e intrapsíquicos, que posibilitan tener una vida sana, aún viviendo en un medio malsano. No es un atributo con el que los niños nacen ni que adquieren exactamente; más bien, es un proceso que se desarrolla a lo largo del tiempo, una combinación entre los atributos del niño y su ambiente familiar, social y cultural. La resiliencia puede ser medida y es parte de la salud mental. Para las personas que han experimentado sufrimientos graves, es esencial encontrar un sentido a su sufrimiento y a su vida, poder reconstruirse, comprometerse en una nueva dinámica. El vínculo y el sentido son los dos fundamentos básicos de la resiliencia. Pero además, el psicólogo estadounidense Martin Seligman, creador de la psicología positiva, da cuenta de cómo la resiliencia contribuye a la calidad de vida y es “árbitro” de las experiencias negativas.
¿Qué dice al respecto la neurobiología?
Los estudios de neurobiología de los últimos años señalan la relación entre los circuitos del sistema nervioso central, particularmente del cerebro, con la conducta social y emocional que desarrolla una persona. Estos estudios también sientan las bases para una teoría del apego y de la resiliencia. Muchos de ellos comprueban que aunque la función y estructura cerebral es innata –el cableado de conexiones cerebrales, y también la disponibilidad de neurotransmisores como endorfinas y encefalinas, generadoras de bienestar- su eventual desarrollo depende de la interacción que se produzca con otros seres humanos. Es especialmente influyente la calidad de atención que recibe el bebé en sus primeros años. Si esos primeros años son terriblemente estresantes para el niño, puede que se atrofien sus neurotransmisores. Pero aún si una recibe poco estímulo o cuidado de bebé, sigue existiendo la posibilidad de que halle esos estímulos más tarde y desarrolle una personalidad resiliente.
¿Cómo se evidencia la resiliencia en los chicos?
La psicóloga y pedagoga Edith Grotberg halló que los chicos resilientes se expresan con determinadas verbalizaciones, agrupadas en torno a las frases: "Yo tengo", "Yo soy", "Yo estoy", "Yo puedo". Estas frases demuestran distintos aspectos de la resiliencia: autoestima, confianza en sí mismo y en el entorno, autonomía y competencia social. Por ejemplo:
Tengo… personas alrededor en quienes confío y que me quieren incondicionalmente / que me ponen límites para aprender a evitar peligros o problemas / que me muestran por medio de su conducta la manera correcta de proceder / que me ayudan cuando estoy enfermo o en peligro o necesito aprender.
Soy… una persona por la que otros sienten aprecio y cariño / feliz cuando hago algo bueno para los demás y les demuestro mi afecto / respetuoso de mí mismo y del prójimo / capaz de aprender lo que mis maestros me enseñan / agradable y comunicativo con mis familiares y vecinos.
Estoy… dispuesto a responsabilizarme de mis actos / seguro de que todo saldrá bien / rodeado de compañeros que me aprecian.
Puedo… hablar sobre cosas que me asustan o me inquietan / buscar la manera de resolver mis problemas / controlarme cuando tengo ganas de hacer algo peligroso o que no está bien / buscar el momento apropiado para hablar con alguien o para actuar / encontrar a alguien que me ayude cuando lo necesito / sentir afecto y expresarlo.
Los agentes de salud y los educadores podemos promover la resiliencia si procuramos que la crianza y la educación formal y no formal aumenten las situaciones que producen estas verbalizaciones en cada niño.
¿Es posible enseñar o estimular la resiliencia en la escuela?
El lugar de la escuela es fundamental en este cometido. A través del vínculo con los docentes los chicos pueden desarrollar virtudes y fortalezas. Históricamente la escuela registraba lo que el alumno no sabía o no podía, el déficit, sobre todo en relación con el rendimiento intelectual. En la actualidad, la calidad del aprendizaje depende de considerar ciertas premisas fundamentales: que todos los alumnos pueden aprender a ser, a hacer, a conocer y a convivir con los demás; que todos los alumnos son inteligentes (incluyendo los distintos tipos de inteligencia); que todos tienen fortalezas y virtudes que merecen ser conocidas por sus docentes, para facilitar su despliegue y crecimiento; que el aprendizaje se da en una trama vincular, con afectos y emociones; y por último, que es importante facilitar una conexión familia-escuela positiva.
¿A padres resilientes, hijos resilientes?
Cuando hablamos de padres resilientes, nos referimos a personas que vivieron experiencias de pérdidas muy dolorosas, violencia, enfermedades, maltrato, o abandonos y pudieron atravesarlas positivamente, transmitiendo por lo tanto optimismo, esperanza y espiritualidad, en su actitud frente a la vida. Los hijos de estos padres se sienten contenidos, respetados y crecen en un clima de calidez y respeto. Contrariamente a lo que muchas veces se supone, personas que han sido abusadas, o victimizadas, o incluso que han robado y se han prostituido para poder vivir, pueden son padres amorosos, que se esfuerzan por que sus hijos aprendan en las mejores condiciones y sean buenas personas.
¿Tiene la resiliencia que ver con el "aguante" del que hablan los argentinos?
Si definimos “aguante” como una actitud pasiva, con la vivencia de que somos víctimas -de nuestros padres, jefes, parejas o gobernantes-, si se tiene como creencia que nada cambia ni cambiará nunca, entonces, no tienen nada que ver con la resiliencia. Esta posición se relaciona con lo que llamamos "la profecía autocumplida". Se refiere a aquellas personas que dicen "no voy a poder", "me va a ir mal en el examen", "seguro que no me van a dar ese trabajo", y esperan que esa idea se cumpla, ¡y lo logran! Se ubican en situación de víctimas, impotentes, sin energía ni decisión para pensar en una propuesta de mayor compromiso.
Una persona resiliente, en cambio, es la que necesitó y pidió ayuda, por y a pesar de su sufrimiento, pudiendo comunicar su necesidad a interlocutores válidos, lo cual es un valor en sí mismo. Además, fortaleció su amor a la vida y a los otros, dejando atrás el odio y el rencor, a favor del proyecto, la esperanza, el perdón. Y al mismo tiempo sostiene una actitud crítica y comprometida, para promover los cambios que crea pertinentes.
¿Podrías darnos un ejemplo claro de resiliencia?
Para encontrar lo que ayuda a construir resiliencia, podemos hacernos esta pregunta: ¿cualés son las personas que ayudaron a otras a construirse, o, por el contrario, cuáles son las que prácticamente la destruyeron?
La biografía del francés Tim Guénard es rica en enseñanzas al respecto. Cuando comienza a contar su vida, en su autobiografía "Más fuerte que el odio", dice: "cuando se habla de hermosas casas o de coches viejos, siempre se cuenta bellamente su reconstrucción. Pero cuando se ve a un niño que se agrieta, a un adulto que se derrumba, la gente se plantea tantas preguntas que ya ni siquiera se atreve a hacer cosas muy simples: mirar con amabilidad, tocar o hacer compañía".
Es el testimonio de una vida herida por un hecho terrible. A los tres años su madre lo abandona en el bosque, atado a un poste de electricidad. Su padre lo rescata pero lo hace víctima de severos maltratos y palizas que lo desfiguran hasta los cinco años. A los siete años entra a un orfanato, sufre el maltrato institucional, el desprecio, el aislamiento afectivo y acaba en "la casa de los locos". En el reformatorio, aprende a pelearse. En un mundo gobernado por la humillación, su violencia se convertirá en su único orgullo. A los doce, el odio y la fatalidad lo empuja a la fuga, al robo, a la pelea, a la prostitución. Entre los que ayudaron a Tim a vencer sus dificultades hubo profesionales y no profesionales: un campesino, un psicólogo, una jueza, un sacerdote, un joven a quien Tim había agredido, un hombre discapacitado, un vagabundo, su esposa… Entre los que más bien lo destruyeron se encuentran tanto profesionales como no profesionales. Si el profesionalismo no es el criterio distintivo; ¿qué es o qué hace la diferencia? Tim diría: "La mirada que el otro posa sobre ti". También podemos agregar: la mirada que Tim ha posado sobre el otro.
En su libro Tim recuerda especialmente el impacto de conocer al padre Thomas Philippe, uno de los fundadores de El Arca, en Trosly-Breuil, perteneciente a la orden de los dominicos. “Lo llamo padre porque lo es. De compañero, se ha convertido en amigo, y ahora he elegido a este amigo como padre. Tuve un padre de violencia. Con este cura, Dios me ha dado un padre de misericordia que me estrecha fuertemente contra sí. Revoluciona mi imagen del padre.”
Fuente: vivisophia.com
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